Esos hombres








COLA. En las colas de entrada a Barcelona por Glòries –el atasco permanente por esas obras, y antes por el tambor, y antes...– me cruzo con dos descapotables estupendos, bellos en su aerodinámica, humo caro. Avanzamos con esa lentitud que permite el exhibicionismo, así que me recreo mirándolos. Los conducen hombres mayores: su elixir de la juventud está alimentado con octanos. La triste conclusión es que la cola densa y tediosa convierte en iguales a todos los coches, a todos los hombres. Esos hombres.



ORINAR. Mensaje a la población: hay muchos hombres que no se limpian las manos después de orinar. Esos mismos individuos que te dan la mano, que tocan tus cosas, que manotean ante tu nariz. Esos hombres.



FUNERAL. En un entierro, el sacerdote pide que los móviles sean silenciados. La única palabra que se permite –la última palabra– es la de Dios. Un acto solemne como este trata de la eternidad, así que la descarada interrupción de un móvil invita a la provisionalidad, a la estridencia, a la emergencia y la inmediatez. El móvil va subiendo la voz hasta que el dueño se da cuenta. Lo coge, responde (“sí, sí, un momento”) y se abre paso, entre la multitud conmovida, hasta el exterior. Esos hombres.



CASERÓN. Habita en un antigua mansión con varias viviendas, algunas rehabilitadas. Es el casero de uno de los pisos, lo que le asegura una renta. Y pese a los ingresos y a que es propietario y a que está jubilado, vive de una forma miserable. Desde el exterior se ve la persiana de la cocina sujeta con un palo. Las otras persianas siempre están bajadas, derrumbadas sobre sí mismas. La casa termina en un patio. Un rosal hermoso y gigantesco supera el muro. Una belleza salvaje y rotunda que, de algún modo, lo indulta, lo hace mejor. Esos hombres.



FUMAR. El despacho de un viejo escritor. Alguien que sabe mucho de literatura y, a lo mejor, de la vida. Habla, se pierde, recupera el hilo, lanza otros hilos para construir telarañas en los rincones, de donde cuelgan las palabras. En un momento dado dice: “¿Te importa si fumo?”. Es el despacho, tú eres el invitado, y aunque la ley esté de tu parte –porque es un lugar de trabajo– le dices que no, que no te importa. Y sí que te importa porque la puerta está cerrada y sabes que el humo leprará la ropa. Y le dices que sí cuando deberías decirle que no. Esos hombres.



MARISCAL. Pasea al perro y anda como un mariscal. La correa en el hombro y el animal suelto. El can es grande y cabezón y de pelaje corto y negro. Da miedo: cuando abre la boca babea dientes. El chucho debería estar atado. Se caga y el dueño no recoge la mierda. Quiere a ese perro porque, en el resto de circunstancias de la vida, se le cagan a él encima. Esos hombres.



CHAVALITA. Ligero y desenvuelto, se dirige a las mujeres con un: “Eh, chavalita”. O nena. Esos hombres.



TÚ. Esos hombres. Yo. Tú.






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