Los 'gatoboes'





                                       Un banquero atiende a un cliente.




LLUVIA. François Hollande, empapado el día que lo bautizaron como presidente de Francia. ¿Qué significa? Las gafas empañadas, cataratas en los ojosla chaqueta aguanosa, la camisa chorreante, la corbata como el tobogán de un parque acuático. No era necesario dejarse azotar. Alguien inventó los paraguas para contener el agua y mantener la dignidad a cubierto. ¿Buscaba esa imagen de buzo con traje o de suicida rescatado del Sena? ¿Por qué? ¿Qué quería explicar a los ciudadanos? ¿Que defendería el país sin chubasquero, a pecho calado? ¿Que un chaparrón no lo amedrentaba? Ha demostrado mantener una accidental relación con los fenómenos meteorológicos pues en el viaje a Berlín un rayo (¿la ira de Merkel?) impactó en el avión.


VERSO. Aplaudiendo a los centauros / elogiando a las hormigas.


GOMINA. Nicolas Sarkozy no hubiera podido imitar a Hollande como estatua acuática. La trabajada arquitectura capilar habría caído derrotada por la humedad, los cabellos desplomados sobre la frente como una ideología acuosa, la gomina desaguándole por la canalera de las orejas, el tupé como trampolín roto.


‘GATOBOES’. Los perroflautas pasean más perros que flautas. En tiempos de indigencia, ¿es necesario alimentar tantos canes en lugar de preocuparse por sus bocas? En el extremo opuesto del callejeo, los gatoboes, esa clase social que patina sobre el hielo de la crisis. Imagino a Rodrigo Rato, gatoboe de pérfida barbita, acariciando un minino con la mano grasa de contar billetes, mientras un cuarteto de música de cámara, oboe incluido, deleita su refinado oído. Afuera de la mansión, los damnificados de Bankia interpretan la música de la realidad con cacerolas. Rato pide al del oboe que toque más fuerte.


MEDICINA. Unos amigos te han invitado a cenar. Entras en la cocina y encuentras una ensaladera con medicamentos. La contemplación del recipiente con tubos y cajitas es de una gran violencia. Has llegado a la máxima intimidad con aquellas personas al conocer sus flaquezas, sus males, el intento de aliviarlos.


PROFETA. Cada mañana, anuncia su mensaje a los feligreses en Twitter. Ninguna religión convencional puede competir con eso.


ECONOMISTA. Los tertulianos están hundidos: son Sísifo arrastrando la piedra de la crisis hasta lo alto de la montaña. En ese punto, la roca rueda por la ladera y Sísifo tiene que repetir el ejercicio. Cada tertulia es igual a la anterior. Poco a poco, los economistas han ido acaparando sillas en el diálogo. Los comentaristas políticos son periodistas especializados: la medida pretende evitar el partidismo de fichar políticos. Los comentaristas económicos son, qué raro, economistas. ¿No deberían ser también periodistas conocedores del negocio? ¿Acaso un economista no es, en cierto modo, alguien interesado, adscrito a una ideología, defensor de unas siglas?


BOLSA. Desplome, hundimiento, ruina, números rojos. El parquet ha fracasado, vamos a intentarlo con el mármol.



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