Razias de verano en Barcelona (1). Nigiri, ensaladilla, 'dim sum', croqueta











Un nigiri de la parte ajaponesada de La Pepita. Sergio Andreu es atrevido combinando ingredientes: parece que vayan a chocar, pero acaban acariciándose. El ejemplo es la anchoa y el dulce de leche.


La idea de este plato parte de un nigiri, en el que ha sustituido la elipse de arroz por un espárrago. Encima, cortes de dorada. Ha estallado el obús, cantaban aquellos. Bueno-bueno-bueno.














La ensaladilla rusa-rusa de Ikra (Roger de Llúria, 50, Barcelona). Es correcta-correcta, con lengua de vacuno. Ikra es un restaurante con especialidades rusas, con un menú de mediodía así-asá, en el que los segundos andan con muletas, algo cojos. Decoración estupenda-estupenda. Comida y servicio, despistados.


Barcelona es capital ensaladillera. El engrudo nos va. Cito solo, para entretener, el popurrí de Lolita Taperia y el de la barra del Coure.



















Sorpresa y... ¿decepción o satisfacción en Agua?


¿Qué se puede pedir de un quiosco en un parque barcelonés, el de los Prínceps de Girona?* Poco, un bocadillo estrepitoso y un helado flamígero.

¿Y si el chiringuito lo firma Albert Marimon, el chef de La Cava, en Tàrrega**? Oh, amigo, ¿no lo premiaron los del Fòrum Gastronòmic de Girona como Chef de l'Any?

Si nos acogemos a *, la respuesta es "vale, tío, no se puede pedir más".

Si nos acogemos a **, la respuesta es "hay que sacar papel de vidrio y afinar".


Cocina sin cocina, de ensamblaje y regeneración. Un carpacho de atún tan feo y mal resucitado como el de la foto. Una curiosa y excitante relación estival, un amor de verano entre un boquerón y una sandía. Un bacalao rico de sabor, aunque acuoso. Un pulpo de roca con patatas. Un corte de vacuno a la plancha en su punto. Excelente, y ardiente, chocolate a la piedra con biscuit. Servicio lento-lentoooorro.


Es-uno-de-esos-sitios con aura secreta de los que el comensal exigente sale algo chafado, bufando: "Mira que podría ser majo, pero ese atún...".















Radix, un rosado con alma de negro.

La Fou Els Amelers, un blanco con cuerpo de culturista.
















Mosquito (Carders, 46), taberna especializada en tapeo asiático, tapas exóticas, dicen ellos, "hecho a mano, hecho al momento".

"Solo usamos harina orgánica en nuestros dumplings". Que los chinos tomen ejemplo.

Algunos platillos sin gracia y otros estupendos, como el pato frito 2 ("el 1 es de menor calidad, el 2 es catalán", según la camarera) y los dim sum de cerdo sin identificar procedencia (shui jiao). De ambos repetimos ración.


En Mosquito pedí una cerveza artesana Moska, como no podía ser de otra manera.













No había vuelto a la Moritz desde que abrieron la panadería (compré un molde rústico de Triticum para probar en casa) y la tienda de cosas cool. Por favor, modernos dependientes, ¿es posible bajar la música para poder escuchar nuestros pensamientos?
En el restaurante, la misma calidad que de costumbre.
Las croquetas de jamón son de antología, como su precio, a 2,10 la unidad.


Encontré a Jordi Vilà, buen aspecto, ha perdido peso, y le pregunté por el (eterno) traslado de Alkimia. Aún está deshojando la flor de lúpulo.




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