El restaurante de la semana: Can Cisa / Bar Brutal
Can Cisa / Bar Brutal
Princesa, 14. Barra de Ferro, 1.
T: 93.319.98.81.
Precio medio: 20-30 €.
Natural, libre, salvaje
Joan València, propietario de la
distribuidora Cuvée 3000, se ha metido a tabernero, el sueño fermentado de los
que se dedican al trasiego de vinos. Copropietario de Els Tres Porquets,
prosigue con la experiencia del mármol, la copa y el cuchillo en Can Cisa/Bar
Brutal.
En Guirilandia, junto al Museu Picasso, ha reabierto esta bodega que
fue propiedad de Tere Duran y antes de su padre. Conserva las botas a granel
para el vecindario como compromiso con la memoria. La cultura de la bodega va
dejando sus posos.
Can Cisa está consagrada a los vinos
naturales, o “los vinos libres”, como él los denomina, sustancias sin afeites,
sin correcciones, sin retoques, la viña a pelo. ¿Eso será siempre posible?, ¿no
habrá naturales desnaturalizados?
Sin querer meter azufre en la discusión,
algunos viticultores como Laureano Serres (Mendall), Joan Ramon Escoda
(Escoda-Sanahuja) o Ton Rimbau (Porcellànic) despliegan unas personalidades
potentes que transmiten a sus envasados. Vinos salvajes para atrevidos. He
probado unos cuantos y me apartan de la monotonía de las etiquetas vidriosas.
Apunta a exitosa tendencia.
El complemento de la tienda es el Bar
Brutal, con entrada propia por el otro lado, la callejuela Barra de Ferro,
desde donde se accede a la gran barra de
fusta.
En el interior del establecimiento domina la madera, el rustilux, el lujo rústico. Los socios
del hombre del vino son los gemelos Colombo, Max y Stefano, celebrados dueños
del Xemei. Será el segundo el que dará la cara, aunque cuando acuda el otro
pocos notarán la diferencia.
Los Colombo han colgado una carta de
tapeo con especialidades venecianas, que cocina el brasileño Tiago Oliveira,
nombre de crack barcelonista. Un lío de nacionalidades.
“Aquí la comida es un complemento de la bebida”, dice Joan mientras comprueba la temperatura de la cubitera, donde ocho botellas aguardan la cata.
“Aquí la comida es un complemento de la bebida”, dice Joan mientras comprueba la temperatura de la cubitera, donde ocho botellas aguardan la cata.
Las explicaciones son prolijas
y vende lo suyo con fervor. “Necesitamos respirar autenticidad”, “hay que
desaprender”, “los elaboradores tienen un sentido artístico”, “están vivos”.
El
vermut de Partida Creus, que acaba de traer su propietario desde Bonastre, es
una entrada compleja a un mundo por descubrir.
De lo tapeado, triunfan los pescados fríos: el bacalao mantecato, la caballa marinada con cebolla roja, los famosos boquerones escabechados del Xemei y un plato por el que no darías un euro pero que sabe de maravilla, el melón con arenque. La trufa de verano resalta lo blanco de la burrata y, en otro servicio, el huevo frito.
De lo bebido, me quedo con la
estimulante turbiedad del xarel.lo de Ton Rimbau y el misterioso afinado dentro
de agua, con el Morgon del 2011 de Jean Foillard y con el Domaine Gauby Muntada
del 2004 (un flechazo), sin comprender del todo la malvasía del Denavolo (orange wine).
Pongo
a parte Les Rouliers de Richard Leroy, viticultor al que el cómic Los ignorantes ha convertido en wine star.
Joan está satisfecho con el
resultado, ilusionado con la bodega y la mesa donde espera que alternen los
viticultores mientras va soltando: “Es brutal, brutal”.
PICA-PICA
Atención: al concepto “vino repretado”, con faja, asfixiado.
Recomendable para: los exploradores del vino en pelotas.
Que huyan: los que se pitorrean de ese movimiento pro natural.
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