Lo peor








Tóxico. El grupo Sidonie ha puesto a la venta un (excelente) disco rockero de irónico título: El peor grupo del mundo. Apelan a la complicidad del oyente, que comprenderá la broma (aunque la canción que abre el álbum se refiera, por si acaso, a otro peor grupo, uno imaginario). El enunciado aumentativo sirve también como vacuna contra los personajes tóxicos, esos mosquitos anófeles que zumban cada día más agresivos y que se esconden en la espesura de las redes sociales: antes de que digan de Sidonie que es el peor grupo del mundo, ellos mismos ya admiten la discrepancia.

Argucia. Sergi Pàmies ha publicado ficciones con la parecida argucia humorística: La gran novel.la sobre Barcelona, que era un libro de cuentos de solo 144 páginas, o L’últim llibre de Sergi Pàmies, que lo fue en su momento (era, efectivamente, el último que había hecho), aunque después ha sacado a la venta otras obras. Repetir demasiadas veces la fórmula convierte lo original en publicidad, y tedio.

Gimnasio. Lo peor del gimnasio no es ver los cuerpos desnudos de otros en el vestuario, sino ver el propio.

Ensalada. Lo peor de las ensaladas es que llevan tantos elementos no vegetales para hacerlas atractivas que han dejado de ser ensaladas.

Azúcar. Lo peor del azúcar es que las sustancias derivadas del petróleo que lo sustituyen son más dañinas.

Ceniza. Estoy de acuerdo con el Vaticano sobre lo inadecuado de tener las cenizas de los difuntos en casa. Ellos van más lejos y lo prohíben: que lo pongan en la lista de incumplimiento detrás de los preservativos. Dar a una urna polvorienta el mismo olvido o destierro que a una licuadora es considerar al abuelo un pongo. ¿En qué espacio de la casa lo entierras de forma honorable? ¿En un mueble del comedor? Mejor una foto, que al menos lo evoca con la cara que tuvo y no el tono de ceniza que le ha quedado. ¿En el armario bajo el fregadero junto al vinagre, la lejía y la sal del lavaplatos? Jamás, porque corre el peligro de acabar, sin querer, en el arenero del gato. El Papa se opone a que los restos sean esparcidos por la naturaleza, genuino abono orgánico, mucho más eficaz que el compost a base de cadáveres. Teme a la competencia, a “los malentendidos panteístas, naturalistas o nihilistas”. En cambio a mí me parece de gran belleza el poder fundirse con el mundo. Ah, ¿y qué decir de alquilar un barquito y dispersar el polvillo en el mar? Que es recomendable controlar la dirección del viento.

Camisa. Lo peor de la camisa entallada es que, cuando te sientas, delata tu condición de butifarra.

Robo. Lo peor del voto a un partido corrupto es que se le da permiso para delinquir.

Bici. Lo peor de ir en bici por la ciudad es que los que van a pie intentan atropellarte.

Familia. Lo peor de las familias es cuando se sienten obligadas a serlo.

Gamuza. Lo peor de las toallas de microfibra –que se compran porque ocupan poco espacio– es que secan menos que una gamuza.

Tomates. Los científicos acaban de descubrir que los tomates en la nevera encogen el sabor. Bienvenidos a la Tierra.   

Altavoz. Pasar la ITV es como volver a la escuela, solo que el profesor es un niñato de 20 años que, con altivez, te pide cosas que haces cien veces a diario (“intermitente, freno, marcha atrás, luces largas”), pero que en el instante de recibir la orden, confundes. A punto de acabar la inspección, te dicen que alguien hablará por un altavoz y que sigas las órdenes. Como un idiota, sacas la cabeza por la ventanilla y miras el altavoz igual que si fuera una aparición. La voz tarda en pronunciarse y tú, con la cabeza exageradamente fuera, pareces un perro jadeante y ansioso de una galletita.


Peor. Lo peor de este artículo es que no se ha contado, de verdad, qué es lo peor.  




     

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