Bodega Montferry // Barcelona / Septiembre del 2022























Bodega Montferry
Pasaje Serra i Arola, 13. Barcelona
Tf: 931.629.636
Bocadillo del día: 3,5 €
Precio medio (sin vino): 10 €


Arte en el mollete de 'capipota'


Este bocadillo debería de formar parte del patrimonio efímero de Barcelona: mollete de Ca La Toñi con 'capipota' y tripa y chimichurri.

Estoy en la reencarnación de la Bodega Montferry, en la República de Sants, en esa nueva dirección en la que Marc Miñarro y Raquel Bernús han encontrado refugio y desahogo después de que el hachazo inmobiliario los sacara del espacio original.

Al mollete pasado por la sandwichera hay que dedicarle tiempo y entendimiento. La comparto con una copa del priorat Fina, contundencia contra contundencia. Cruje bajo mis dedos ansiosos. El pan es continente pero también contenido.

Es el pan, ¡viva la obviedad!, la parte no negociable de un bocata.

En la primera Montferry probé este 'capipota' con guindilla, según la receta de la madre de Raquel, que ellos han evolucionado. El chimichurri aporta una acidez que aligera. Las recetas se enriquecen con cesiones inesperadas: «Fuimos a Ca l’Amador, en Josa del Cadí, y nos sirvieron una carne con chimichurri», recuerda Marc. Buenos Aires-Pirineu-Sants.

Siento el mismo gustirrinín que al comienzo de una sesión de masaje, anticipando el placer. Devoro la primera mitad del bocadillo con despreocupación porque calculo la revancha de la segunda, que, oh, desolación, desaparece enseguida.

La vieja Montferry fue fundada en 1965 y la nueva ocupa el sitio de La Montañesa, de la misma época, y a la que Marc y Raquel accedieron por la jubilación de los propietarios, en una serendipia que, además, les ha hecho crecer en metros: alucinan con que en la cocina quepa más de una persona.

Trasladaron los toneles, que sirven de mesas altas, y, al fondo, los que aún manan vino a granel y ese vermut de Reus que bebo con hielo.

Pasado el duelo por el obligado cierre para que una constructora levante pisos sobre el cadáver de la bodega –con más pérdida de memoria social en un alzhéimer provocado– aparecen satisfechos porque los clientes se encuentran cómodos.

Tienen llenazos con 'panarras' en busca de los bocadillos (cada mañana anuncian el bocata del día, ¡a 3,5 €!, en un ritual consolidado en las redes sociales) y los viernes 'patatean' con un locurón de adeptos a las tortillas de patatas. ¿Mil bocatas distintos? «Puede».

Ensancho la tripa para dar cabida a dos medias chapatas que no serían del estilo de Tamara Falcó: el Kalamardo, 'allioli' y retales de pulpo y calamar, y el Marrano, 'pulled pork' (cabeza de lomo) a baja temperatura, queso feta y cebolla encurtida. Cuidado ahí: tienen una cubeta para la cocción al vacío.

Me relamo, sí, pero en mi podio están por debajo del 'capipota' (4,75 €).

En la carta, una línea resume el 'bodegueo': 'cassoletes fetes entrepans'. O guisos bocadilleados. El pan, claro, es el plato. O al revés.

Aparco el exceso de gluten y pruebo la cazuelita de fricandó, desmenuzado, la carne en pedacitos, por lo que manejo dos hipótesis.

A) Piensan que todo es 'bocadilleable' y, por tanto, hay que distribuir de una forma homogénea.

B) No es necesario el cuchillo, así que son chinos o japoneses sin saberlo. «Es cierto: nunca hemos puesto cuchillo», confirma el dueño. Menos que lavar.

Más 'chup-chup' en recipientes de barro, que también podrían recibir la bendición panificada: una ración de oreja y otra de albóndigas con calamar, con un punto alto de sal, snif, a lo que Marc responde algo que ya me dijo en el 2015: «Me gusta cocinar subidito».

El día de mi jaraneo coincide con la visita del hijo del señor Pere Trepat, quien en el 2013 traspasó a Raquel y Marc la Montferry, que había fundado otro Pere (de apellido, Virgili). Es un gesto emotivo.

La Montferry es ese lugar en el que un camarero 30 años más joven te llama «maco» y yo estoy en una edad en la que acepto la amabilidad y el piropo.


El equipo


Carlos Murcia, Àlex Casadevall, Robert Busquets, Raquel Bernús y Marc Miñarro.






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