El restaurante de la semana: La Generosa






Las galtes de ternera con verduras de La Generosa.


Atención a los concepto de cocina de no lugar y cocineurista.



[Este restaurante ha cerrado]



  • Dirección: Casp,151. Barcelona.
  • Teléfono: 93.246.99.88.
  • Menú de mediodía: 11,50.
  • Precio medio carta (sin vino): 30 euros.


El pintor de platos

 
Este Quim Monzó, el joven, estudió Bellas Artes y se hizo cocinero asando pollos en un cámping, escuela de alas churruscadas y grasa goteante.
Asociado con las hermanas Bonet, Alba, su mujer, y Clara, su cuñada, pintaron en julio del 2009 La Generosa, que en mi cabeza suena como La Ponderosa, aquel rancho de la familia Cartwright.

Gente artística, con cuadros propios en las paredes, metamorfoseados en camareras y cocinero. Siguen manchando lienzos, sean platos o delantales.
«Es más dificil pintar que cocinar», dirá Quim después, aunque a lo largo de la conversación acabará admitiendo la complejidad del arte gastronómico. Un tipo curioso. Trotamundos, hijo de un comerciante viajero, compilador de recetas extrañas, aprendiz de lo africano, manipulador de salsas orientales.

La cocina de Quim es más o menos catalana («mi abuela es de Lleida y,  a mí, que me portaba mal, me encerraban en su cocina») pero sin someterse al yugo de la tradición. Una cocina de no lugar, neutral e internacional, en la que convive lo asiático con lo sudamericano.
Eso es más frecuente en los menús de mediodía (11,50 euros), donde el cocinero juega con mayor ligereza. En el turno sientan entre 65 y 75 personas, lo que indica que La Generosa tiene seguidores. Vecinos del TNC y L’Auditori, es frecuente ver fundas de violines, instrumento discreto en relación a la tuba.
Como sucede con los restaurantes en los que me inicio, fui dos veces: para probar el menú diurno y la carta nocturna.
La presentación fue con una buena ensaladilla rusa (caliente, de temporada, algo infrecuente), un wok de verduras y atún (en el límite de lo jugoso) y un pa de pessic con vainilla. Aceitunas para entretener y pan sin atractivo.
Techos altos, banco corrido, revistas modernas, espacio buen rollista. Bien, había que seguir indagando.
El reconocimiento fue dos días después, ya en serio. Pregunté a Alba qué era imprescindible pedir y acordamos tres platos.
Syrah de Casa Mariol (a 4,25 euros la copa; la botella cuesta siete), bodega de Terra Alta de la que soy fan. 
Huevo poché con huevas de arenque y parmentier (no necesita el aceite de trufa), a 9,50 euros.
Bacalao, otra vez con parmentier, confitura de cebolla y pasas, buscando lo dulce, a 17 euros.
Y las sensacionales galtes de ternera con verduras, a 14,90 euros.
Lo mejor, el punto del bacalao y la melosidad de las galtes.
Me encanta la cocina con colágeno, la que engancha los labios.
Al pagar la nocturnidad concluí que estaba lejos del chollo, pero no hay crónica sin diálogo, así que tras charlar con Quim sé que es un cocineurista, que los horarios son de novela de Dickens y que levantar un restaurante es una ruina.
¿Entonces? Que el pintor es un devoto de la gastronomía, estudioso y currante y puede aspirar a más, afinando los platos y trabándolos de forma definitiva con su biografía nómada.



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