Raviolis de corrupción
Los comí y aún no relincho. |
PUTREFACCIÓN. Durante una comida leve, dos amigos charlan sobre la corrupción. Apartemos por un instante, dice uno, a los profesionales de los maletines y el billete habitual a Ginebra y hablemos de la putrefacción pequeña, la cotidiana, la doméstica: ¿es corrupción pagar en negro al lampista? El contertulio lo tiene claro: “Es un trueque. Me beneficio yo, se beneficia él”. Pero no la comunidad, argumenta el otro, que mete el guante en un razonamiento básico y timorato. El Estado deja de recaudar la parte que le toca de la transacción, esos impuestos con los que después construirán carreteras, hospitales...
DESPLUMADO. Enumera y se siente ridículo. Aeropuerto y AVE deshabitados y desplumados, infraestructuras estériles, el despilfarro como ideario. Algunos tiparracos evaden millones con sonrisas de pomelo, mientras nosotros nos flagelamos por unos eurillos. ¿Todos estamos podridos?
HUÉRFANO. La charla sigue. El plato de raviolis rellenos es agradable, se come sin esfuerzo, casi sin voluntad. La clave son los hijos y su educación. ¿De verdad? ¿Acaso los corruptísimos son huérfanos?
PITUFO. Cruzar un semáforo en rojo siendo peatón, vaciar el aceite de la freidora por el fregadero, pedir prestado un billete para una copa con la promesa de devolverlo y escaquear esa responsabilidad, ¿es un entrenamiento para ir a mayores? ¿Somos unos pitufos del engaño? Si tuviéramos la oportunidad, ¿nos iniciaríamos en la caza mayor?
FLORERO. La comida acaba desnortada, con la sospecha de que la especie guarda algún gen corrupto. No hay floreros cerca, ningún espía en el horizonte, el restaurante es demasiado nuevo y gafapasta para que se fijen los del traje aburrido.
COMEDIA. Han espiado a la cúpula del Ministerio del Interior. Los jefes de los espías, espiados por los espías. Qué fracaso. Da risa. Da pena. ¡Necesitamos un director de comedia para que ruede esta farsa!
PRESTIGIO. Una nueva división social: los espiados y los no espiados. En Barcelona, algunos hombres y mujeres se sienten desairados porque sus nombres siguen sin aparecer en el complot de las escuchas. Se exaltan falsamente, con una ofensa ficticia: “¡A ver si también me habrán grabado!”. Es otro modo de advertir al interlocutor: “Eh, cuidado, que soy importante, alguien cuyas palabras son trascendentes y merecen ser registradas”. Piensan que da prestigio que alguien, aun de manera ilegal, invierta tiempo en cazar sus comentarios, que creen ocurrentes, incisivos, certeros.
RAVIOLI. En Europa venden raviolis que se suponen de ternera cabalgados por caballos. Otro modo de corrupción, de engaño, de timo. Los raviolis que los dos amigos tomaron en comunión eran de pasta fresca, de factura artesana. Los raviolis industriales con ADN de caballo representan esa gangrena que pudre la vida pública, el alimento que se consume en las mesas del poder. Raviolis al Bárcenas, raviolis al Método 3. Es el plato del día. Del mes. Del año.
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