El restaurante de la semana: El Pecat









[El Pecat está cerrado]





El Pecat
Sant Antoni dels Sombrerers, 3. Barcelona.
T: 93.268.91.97.
Precio medio (sin vino): 25 €.




El pecado es la gula



Los comensales pueden buscar la absolución del pecado de la gula en Santa María de Ildefonso Falcones, antes conocida como Santa María del Mar.

El Pecat está al lado de la catedral, encajado entre paredes antiguas y húmedas, donde el sol no se atreve y la cobertura del móvil se extingue.
Voy a comer un sábado tras digerir las piedras del yacimiento del Born y sin que me cortara el paso el fantasma del general Villarroel, el héroe al que le pusieron un teatro.


Durante años, ese espacio con dos arcos acogió a La Reina y, desde el 1 de agosto, a este bistronómic sencillo, con taburetes de bar de chatos.

Que la decoración no distraiga del fondo, la buena cocina, en manos de Javier Moreno y de Daniel Delgado y con Alioune Yatabare como ayudante.

En la sala, diligentes y didácticos, Jordi Cases y Óscar Martí. Ninguno de los cinco es el propietario, empleados de tres empresarios que han creído en la capacidad y el conocimiento de este equipo 4x4, todoterreno.


Es un trago juzgar una novedad fresquísima, con un cocinero de 22 años, Javi Moreno, sin otra experiencia que el lustro ejercitado en El Celler de Can Roca, a donde llegó en triciclo con 17 años y acabó –según cuenta—con el sobrenombre de El Vespa: ves-pa-qui, ves-pa-allá.

“Un camarero enamorado de la cocina”, me lo describió después Joan Roca por teléfono. Ves-pa-qui, ves-pa-allá, sala y cocina y banquetes y cátering.

El Vespa tiene que frenar y dejar en el taller frases como: “Usamos técnicas de un tres estrellas sin sus precios”. Alto, respiremos, sí, profuuuundamente, y volvamos a comenzar. Platillos con un plus y bien tarifados: es suficiente. Dejemos los triestrellados para otros juicios. ¿Cómo evolucionará? Aún en el estado larvario, se intuye --si Javier es estudioso y trabajador-- un buen vuelo. Lo emparentaría con La Forquilla y Riera29.


Salpicón para entretener, coca con el tomate mal repartido y un tinto amistoso, Amic 2011, del Empordà, cuyo enólogo es primo del chef.

Ofrecen una selección de riesligs como guiño a Pitu Roca (si sacan ese nombre a jugar, tiene que esmerarse más en la oferta vinícola), pero mi boca no está para empalagos.

Exceso de lentitud en el pase, compensado por la exactitud de las cocciones, en especial, la del atún con pipirrana y el pollo al curry, de una textura melosa.

Sobresalen con el cochinillo cocinado al vacío en horno de vapor (“14 horas a 80º”, concreta) y punteado con remolacha, melocotón y manzana y con la carrillera con puré de patata, golosina para carnívoros.

Tengo dudas con el #arrozparauno, valenciano, según escriben en la factura, no porque no sea bueno, sino por su escasa valencianidad. La infusión de frutos rojos con helado de vainilla es una hemorragia dulce.
  

El pecado del que deben cuidarse es la soberbia: “Iremos poco a poco. Pocas cosas pero bien hechas”.

Asimismo son desaconsejables la pereza, la ira, la envidia, la avaricia. Entre los siete capitales no está el de la ambición: solo en dosis homeopáticas.
Se permiten la lujuria y la gula. Sobre todo la gula. Y, aún mejor, la angula. 





PICA-PICA
Atención: a la mesa número 1, redonda, tranquila y a la entrada.
Recomendable para: los que frecuentan el Born y quieran apartarse del turisteo.
Que huyan: los diurnos porque, excepto los sábados y domingos, solo abren de noche.




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