El restaurante de la semana: Mercer Jean Luc Figueras / Le Bouchon
Mercer Jean Luc Figueras / Le Bouchon
Mercer Hotel
Carrer dels Lledó, 7. Barcelona
T: 93.310.74.80
Le Bouchon: 20-25 €.
Gastronómico: menús de 35, 45 y 85 €.
Jean
Luc y familia
No quiero repasar lo que he escrito
sobre Jean Luc Figueras, de 56 años, durante las últimas décadas, pero seguro que
los textos se refieren a su indocilidad, a la maestría culinaria y a una
carrera profesional al estilo de los corredores de bicicrós, con pedaladas,
subidas, bajadas, barro, rodillas en carne viva y ducha al final.
Él me recordó
que lo conté como boxeador en el libro Los genios del fuego / Els genis del foc. Sigue siendo aquel
púgil que termina el combate con el ojo morado, tambaleante, la sonrisa ensangrentada
y pendenciera.
JL regresa –JL siempre está volviendo– y lo hace multiplicado por
dos, con Le Bouchon y con Mercer Jean Luc Figueras.
Ambos espacios bajo el
techo del Mercer, remodelado por Rafael Moneo, un hotel con historia para una carta
historiada porque JL es un icono barcelonés que también necesita protección. De
la muralla romana a los raviolis de ostra y peu
de porc.
En su capítulo del libro, publicado
en noviembre de 1999, aparecía un niño en dos imágenes –en una, simulando que
los dedos eran una pistola-- que 14 años después encuentro como segundo de
cocina tras hacer la mili en Gaig y Can Jubany. Es su hijo Eduard, de 25 años, al
que acompaña su hermana Claudia, de 22, al frente de Le Bouchon, la taberna con
espíritu moderno.
Si JL se ha instalado con la prole significa que la estancia
hotelera se intuye larga. Traslada en la maleta demasiados sentimientos. No es
nuevo que unan fuerzas padres e hijos, la cocina está repleta de sagas. Lo
infrecuente es que las transmisiones patrimoniales sucedan en los negocios
ajenos.
Pacto con el chef una degustación
mixta, platillos de Le Bouchon y platazos del gastronómico (“mi cocina de
siempre”).
Estoy tentado de viajar en el tiempo con los canelones de cigalas
con tomate confitado, de la edad de Claudia, y la lubina con tripas de bacalao
y butifarra negra, con tantos años como Eduard, para resaltar la vinculación
entre la memoria, la vida y la cocina, aunque al final me decido por otro hito que
tiene que ver con mis recuerdos y Los genios del fuego: el pichón con trufitas de fuagrás y cacao (por Moneo, qué
buenas) y el añadido reciente de un dim
sum.
El esturión de la Vall d’Aran –donde estuvo exiliado un tiempo-- con caviar Nacarii y sabayón de lima demuestra
que lo sensacional del plato no es lo más caro: el corazón está en esa crema.
Antes, escudado por el tinto Els
Raustals del 2007, he picoteado las tapas, las bravas rebozadas con Maizena y
servidas en mini hueveras (no me convencen), la fondue de queso en la que untar el pincho de atún, el croquetón de
jamón-jamón y las alitas (mejor deshuesadas) con salsa picante, con refresco de
cola en la base.
Lo sobresaliente de la tanda es el carpacho al estilo del
Harry's Bar de Venecia que supera al original. Explora JL una vía “alegre,
simpática y joven” en busca de un público que aún gateaba cuando pelaba las
cigalas para aquellos canelones.
“Ganas, ganas, ganas”.
Ese es el
lema. Renovarse también con Eduard y Claudia y que le ayuden a husmear lo que
llega. Siempre es saludable que un padre aprenda de los hijos.
PICA-PICA
Atención: a la terraza, si hace bueno, un lujo otoñal.
Recomendable para: los que quieran conocer el talento de un
incombustible.
Que huyan: los que sigan pensando que un hotel es para los
huéspedes.
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