El restaurante de la semana: La Taverna del Clínic
La Taverna del Clínic
Rosselló, 155. Barcelona.
T: 93.410.42.21.
Precio medio (sin vino): de 20 a 50 €.
Doctor, ¿me receta bogavante?
La Taverna del Clínic sería un buen
nombre para el comedor de un centro sanitario si se quisiera ver felices a los
familiares de los dolientes y arrancarles ese tono de hígado pocho que les
contagian las cafeterías hospitalarias.
Esta larga barra complementada con mesas
es vecina del Clínic y tal vez consuelo de enfermos huidos en camisón de las
instalaciones médicas para resarcirse en secreto.
Sin desestimar esas visitas curativas,
los clientes de la Taverna son otros, gurmets entrenados en la larga distancia como
el viticultor Paco de la Rosa, que celebra que ha finalizado la vendimia con un
autohomenaje en la barra.
Paco llega del Penedès, dichoso y con la camisa
desarbolada. Comparto con él una copa de su Torelló Gran Reserva del 2008, en
versión mágnum. El cava engrasa la boca para una degustación de medias raciones
que ha pensado Toni Simôes y que servirá su hermano Manu.
La oferta vinícola es potente,
contenida en un iPad. Acepto la recomendación de probar Imô, las letras
centrales de Simôes, un priorat que les envasa la bodega Ametller y que me
servirá de goteo para la experiencia ambulatoria.
La almeja gallega con manzana
y apio conecta con el atlantismo del apellido, así como la ensalada de nécora,
algo seca, coronada con caviar.
Aciertan con los ceps lacados con balsámico y
eso que el alquitrán es difícil de manejar.
Los raviolis de gambas con tomate,
pesto y rúcula son un 10, homenaje a Santi Santamaria con el que Toni estuvo 14
meses, el único contacto que ha tenido con lo profesional. Se define como
“autodidacta”. Hace siete años que pincha, corta y opera para que el paciente
vuelva.
La primera vez que comí (2007) tuve un
estremecimiento que conté en la crónica: la carta de tapeo urbano y modernete
chocaba con la ambientación de los jamones colgantes. Hablaba también de “confusión”
y Toni se enfadó.
Seis años después, valoro la madurez
del chef aunque a veces se entretiene en la complicación innecesaria.
¿Ejemplo?
Las (buenas) tagliatelles con parmesano y tartufo –los Simôes han inaugurado la
temporada de la seta de Alba-- no
necesitan de la vieira, engordada también con trufa blanca, bulto que encarece y
estorba.
Acepta el chef el comentario (“quiero hacerlo tan bien que a veces la
lío”), medita sobre la contención y anuncia un achicamiento de la carta (¡86
enunciados!) de cara a la ampliación de la Taverna, obra de comienzo inmediato
que multiplicará el comedor, la bodega y la cocina, que promete ser un
quirófano para operaciones de envergadura. No se descartan los trasplantes.
Aprovechando la llegada de los
paletas, le sugiero que se cargue la tele y callo el comentario sobre los
jamones. Que los indulten: Paco de la Rosa dice que es un ibérico de primera.
No sé si superará al cabrito a baja temperatura relleno con mollejas. La salsa
es terapéutica.
Una cocina sin bótox ni
liposucciones. Todo el colágeno es natural: recomiendo una dosis masiva de
cansalada ibérica con bogavante. Refuerza el brillo de los labios.
PICA-PICA
Atención: a los depósitos de cerveza y a la frescura de la caña.
Recomendable para: los que quieran experimentar con el tapeo adulto.
Que huyan: los partidarios de ningún-local-sin-su-decorador.
Està bé trobar un text de La Taverna del clínic que no parli de les braves!! (que quan les vaig provar no em van entusiasmar gaire). Tocarà passar a provar aquests raviolis
ResponderEliminarJa al 2007 estava fatigat de les braves a l'estil Arola. Imagina ara...
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