Restaurante La Caputxeta // Barcelona
















[Este restaurante ha cerrado]


La Caputxeta
Tànger, 148. Barcelona.
T: 93.277.94.95.
Precio medio (sin vino): 12 €.



Bocatas lobunos





A Marc Cuenca le gustan los cuentos con lobo. Será porque es el único que come.

La taberna Els Tres Porquets acaba de cumplir seis años (el tiempo corre más que Killian Jornet) y ha abierto la bocadillería La Caputxeta,  cuyos vinos con ideología, es decir, naturales, los pone su compadre Joan València.

He elogiado otras veces esa rama salvaje de la agricultura que promueve líquidos sin Photoshop y, para descanso del hígado,  con menor graduación. Que en Poblenou alguien se la juegue con un negocio de bocatas finos y botellas poco convencionales es merecedor de atención.

Conocí este local en su primera vida como Be Sushi y ha renacido con otra especialidad. Buen trabajo gráfico por parte de Lo Siento Studio, cuyas etiquetas y embalajes son claros y fantasiosos.

Hace años que el bocadillo gurmet, y su deriva hamburguesil, tiene buenas representaciones en Barcelona con dos aperturas importantes este año: Entrepanes Días, de Kim Díaz, y La Caputxeta.
Ambos despachos comparten los panes del Forn Sant Josep.
El pan, como el arroz del sushi, es el vehículo, pero, principalmente, el corazón de ese cuerpo. Si falla, un engendro.

El vermut de la casa, con su punto justo de amargor, lo comercializarán y acompaña las patatas de Coromines (de Badalona, un tardío descubrimiento), las anchoas y las aceitunas de El Xillu (#fan) y la secallona del Pallars.

Joan València ha organizado la hoja vinófila por colores: blanco, rosado, tinto, rojo y anaranjado. La primera botella es un blanco, un Sarnin-Berrux Aligoté, chardonnay de Borgoña más fresco que ir con chanclas.
La segunda, el rosado Almendrito, bobal de Utiel-Requena agradable como un masaje.

Ensalada del huerto Aurora del Camp, de El Masnou, con aliño de mostaza. ¡Noticia!: vegetales que saben a vegetales.
Unas bravas poco feroces (luego Roger, el cocinero, aliñará otras con más potencia).
Y ocho bocadillos, que comparto: aún puedo salir de un restaurante sin necesidad de grúa. El de calamares con mayonesa de plancton (Madriles) tiene que volver al astillero porque no lleva… plancton
 Superado ese escollo, los otros son del gusto de Caperucita, de la abuelita y del cazador.

¿Los mejores, que devoré con hambre lobuna? El lacón con huevo frito (Gallego). El atún, anchoas y pimientos entre pan de cristal (ojo al chiste: Canta Bro). La butifarra con brie y pesto (Farra; la buti es tendencia). Carrillera de cerdo guisada con cebolla (El Jeta).

“En España hay mucha cultura del pan. Cualquier cosa puede ser llevada a un bocadillo”, reflexiona Marc.
El guiso renacerá dentro de una barra. Los modernos lo intentan con las albóndigas. Acepta lo que no lleve hueso ni espina. ¡Si otros tienen dürüms, nosotros, coca de fricandó!   

¿Cuántos cuentos quedan con lobo, Marc?
“Uno: las siete cabritas. Son cuentos que acaban bien”.
Excepto para el lobo.










Atención: a los mensajes diseminados por la sala, y lavabo.
Recomendable para: el que defiende que buen bocata necesita buen vino.  
Que huyan: los que se conforman con pan de gasolinera.










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