Restaurante Els Tinars // Llagostera
Els Tinars
Carretera de St. Feliu a Girona, km 7,2. Llagostera.
T: 972.830.626.
Precio medio (sin vino): 60 €.
Menú degustación: 68 €.
Menús mediodía: 38,70 y 47 €.
El GPS del abuelo
En 1978, el abuelo de Marc Gascons, Eduard, eligió una técnica de márketing prehistórico para decidir dónde situar Els Tinars. Dueño del Bahía de Sant Feliu de Guíxols en los tiempos de Liz Taylor y Ava Gardner y los baños de champán, intuyó el declive y planeó la apertura de un nuevo establecimiento.
Visitó varios enclaves y en
cada uno se sentó a numerar coches. Tras el ejercicio decidió que el kilómetro
7,2 de la carretera de Sant Feliu a Girona, en Llagostera, era el óptimo. “Fue
donde más coches pasaron –recuerda Marc--.
Y acertó”.
El llenazo de un domingo de verano a mediodía lo corrobora. Son
horas de playa en las que otros restaurantes relevantes cuentan moscas. Sientan
a más de cien personas. Y eso que es un restaurante con una estrella, y con
precios en consecuencia. Marc puso coto: en tiempos del padre daban 300
cubiertos en días señalados.
Me gusta ver comedores
bulliciosos. Me entristecen las salas fúnebres, los tanatorios con los
comensales en silencio y los camareros
que sirven como si dieran el pésame.
Esto es distinto: luz, paredes blancas,
terraza, espacio. Profesionales competentes dirigidos por Elena Gascons, el
otro pilar.
Clientes habituales, familias, gente en busca de seguridad: croquetas,
buñuelos, canelones, arroces. Yo vengo a otra cosa: a por la cocina de Marc.
Cuando comenzó a destacar con sus platillos, los padres señalaron la autoría en
un pequeño apartado de la descomunal carta, hoy acortada. Firma la totalidad de
los platos y piensa de nuevo en agrupar los rompedores. O en partir el salón o
en alojar en algún lado el restaurante creativo. Está en esas meditaciones.
Necesita crecer como cocinero, ir a más. “No quiero estancarme”.
Marc y Elena mandan
una nave nodriza: amasan y hornean panes (tendré que hacer una lista de
restaurantes panarras), cuidan una estupenda bodega (pido un tinto ligero y
Xavi González, el sumiller, me ofrece Còsmic 2014) y pasean un carro de postres
(“cosas sencillas, pero hechas aquí”).
Tras el aperitivo con salchichón
y salmorejo llegan los tomates, distintas variedades y preparaciones: el
rustido es el mejor.
Aplaudo con las orejas la brandada (texturizada con agar; parece
un corte de bacalao) y los ñoquis con mantequilla y caviar Per Sé (probé la versión
con trufa en Informal, espacio barcelonés que dirige Marc).
Espardenyes en dos servicios: con cansalada y con pilpil de plancton (buen
uso del producto de moda, sin frivolidad). Lubina a la brasa y fileteada (falta
un aliño) y excelente pichón con brioche con su paté.
El trinchado del ave lo
hacen en la sala: durante años fue un producto inevitable y ahora parece que
haya emigrado. De postre, la piña con menta y yogur y el sorbete de melocotón
de viña tan rico que no necesita la albahaca.
Els Tinars es el súmmum
de los restaurantes de carretera, la máxima expresión. Tanto es así que en la
carta de vinos ofrecen “alcoholímetros homologados”. Qué buen GPS tuvo el
abuelo Eduard.
Atención: a la
comodidad del párking.
Recomendable para: los que quieran conocer a
un rey de la carretera.
Que huyan: los pegados al alquitrán urbano.
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