La multitud señala
COQUETERÍA. El indigente tiene la barba y el pelo largos. Va vestido con un traje de suciedad. Mientras camina, acomoda la melena tras las orejas. Lo hace repetidas veces. Si no fuera porque sus urgencias y necesidades son otras, se diría que lo hace con coquetería.
CELULITIS. De ser cierta la publicidad, la celulitis debería haber dejado de existir. Tendría que estar erradicada de la Tierra, y de los muslos. Y no es así. ¿Por qué las mujeres continúan gastando fortunas en potingues cuyo único milagro es que los sigan comprando?
FUSILAMIENTO. En el Arc de Triomf (monumento anacrónico porque en Catalunya se celebran las derrotas) me cruzo con el futbolista Neymar. En ese mismo punto, Artur Mas –Ártur para el PP y Ciudadanos y otros alborotadores de la lengua– estuvo horas antes. Entraba en los juzgados el mismo día –preñado de simbolismo– en el que fusilaron al president Lluís Companys. El tribunal está próximo al monumento a Lluís Companys y en el paseo de Lluís Companys. Los jueces tienen menos vista que Rompetechos.
PARRILLA. Pregunto al dueño de una parrilla, un artista, cómo sabe cuándo el pescado está en su punto. ¿Es importante la altura de los hierros? ¿La cantidad de brasa? “Cada uno tiene su truco. Conocí a un tipo que asaba de oído. Decía que escuchaba y, según respondía el producto, estaba o no”.
ROBÓTICO. Si 6.000 personas vitoreaban a Mas, al menos seis millones hacen lo mismo con Neymar. Por supuesto, es una exageración. Para rodar un espot con el astro del Barça –eso parece– han desplegado a los ejércitos napoleónicos: sets, cámaras, operarios y policías municipales vigilantes. Cuando los veo, han acabado. Casi me arrollan los servidores: Neymar camina por un lateral del paseo de Companys con la cabeza cubierta con una capucha –¿exigencias del guion?–. Al menos 20 personas lo rodean. Nos echan a un lado como si fuéramos hinchas de otro equipo. El tipo que me aparta (del tamaño de un monovolumen) grita “perdón, perdón”: es la frase robótica del abanderado. Entiendo que Neymar quiera protegerse, si bien la discreción ayudaría más al disimulo que la multitud con la que se señala.
DESESTRUCTURAR. El restaurante en el que como es sencillo, de menú de mediodía en torno a los 12 euros. Ofrece ensaladas: trabajan bien ese lado saludable. Está tan cerca de la modernidad gastro como un tren de vapor. Por eso llama la atención una línea: Guacamole desestructurado. ¿Qué? Podrían haber usado el término del filósofo Jacques Derrida que popularizó Ferran Adrià: deconstrucción. Pido y... es ¡una ensalada! Claro que es un guacamole desestructurado: aguacate, tomate, lechuga, cebolla y vinagreta de cilantro y lima. Está bueno. Qué pena que no tengan pizza margarita desestructurada. Es decir, una ensalada de tomate, mozzarella y albahaca.
COINCIDIR. Que Mas y Neymar hayan coincidido el mismo día en el mismo espacio significa alguna cosa. Pero ¿qué?
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