Restaurante Macondo // Barcelona
[Este restaurante ha cerrado]
Macondo
Còrsega, 206. Barcelona.
T: 93.488.42.29
Menú mediodía: 14,90 €.
Precio medio (sin vino): 25 €.
Bocados a García
Márquez
Como otros millones,
leí con devoción a Gabriel García Márquez, del que me fui desvinculando a
medida que las costuras de las novelas saltaban, dejando a la vista trucos y
tripas.
Pese a las decepciones existe un enganche antiguo e íntimo producto de
las lecturas adolescentes y la formación de la primera memoria literaria, así
que cuando me hablaron del restaurante Macondo presté una atención más allá de
lo gastro.
No recuerdo si en las novelas de García Márquez (no hay confianza
para llamarlo Gabo) se comía poco o mucho. He buscado libros que leí y platos
que olvidé: mazamorra de maíz, arroz de camarones y costilla de buey al carbón.
Lo primero que le digo
a Stefano Beruschi –el único socio no colombiano– es que jamás he estado en el
país de su mujer, Carolina Casas, y de sus socios, Francisco Cardona y Karen
Vinasco. Ningún problema. El subtítulo de Macondo es de amplios horizontes: comida del Caribe, que asesora Patricia Gutiérrez
de Piñeres, chef con cátering en Cartagena de Indias.
Me preocupa que al
frente de la cocina esté el quinto profesional en lo que va de año, en este
caso una mujer, Catarina de Souza. Sin poder juzgar el trabajo de los
predecesores, la cocinera portuguesa cumple con desahogo: buenos platos y
resueltos a la perfección. La regularidad de una casa se logra, entre otras
cosas, con la estabilidad de los trabajadores.
La relación de los
cuatro socios con la hostelería es escasa: por no decir inexistente. El sueño
–el sueño, lo escucho a menudo– de cuatro emprendedores. Stefano recomienda
comenzar con una limonada de coco: hay servicio de cócteles. Qué sería hoy un
restaurante sin cocteleros.
Patacón (plátano macho
frito) con carne deshilada: comienzo contundente, y bueno.
Trío de cebiches:
corvina con mango y aguacate (bien), atún con tamarindo (bien-bien) y gambas
marinadas con zumo de lima, tabasco y tomate de árbol (bien-bien-bien).
Lo que
sigue es discutible, no porque no se ajuste a la tradición (cosa que ignoro),
sino porque no se ajusta al sentido común: gambas sumergidas en coco y con
queso gratinado. Ay, pobre gamba. Ay, pobrecita gamba. El preparado requiere de
proteína contundente.
Continúo con la
sobrebarriga (entraña) al horno y a la parrilla con una salsa con cerveza,
tomate, cebolla y tomillo: García Márquez, ¿explicaste esto en El otoño del patriarca?
El postre es de
aúpa: tiramisú de maracuyá. Por fin un tiramisú que vale la pena en la ciudad
de los mil tiramisús tristes.
Macondo –no se ha dicho aún– es el pueblo
de Cien años de soledad.
Termino con
un café: el colombiano se refirió muchas veces la oscura bebida. Aunque sus
personajes lo tomaban de olla. Lo prefiero contundente, corto, espeso.
Atención: a la
colorista decoración.
Recomendable para: los de la ruta cebichera
Tanta-Ceviche 103-Macondo.
Que huyan: los que “¿Caribe? No sé. No he
salido del ‘resort”.
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