Café con cenizas






CAFETERA. La foto del funeral de Renato Bialetti, fallecido en febrero a los 93 años, era tremenda. Un sacerdote con el libro de oraciones y, en un pedestal, una cafetera enorme. Una cafetera Bialetti, por supuesto. La legendaria cafetera metálica, la llamada Moka Exprés, versionada –eufemismo– en tantos países. Las Bialetti, informa el diario Corriere della Sera, ni siquiera se fabrican en Italia, sino que son producidas en Rumanía. Las identidades han sido descafeinadas.



INFUSIÓN. Fue Alfonso Bialetti, el padre de Renato, el que en 1933, en su taller especializado en aluminio en Omegna, Piamonte, produjo ese cacharro (diseñado por Luigi de Ponti), del que se han vendido 300 millones de unidades. A menudo ignoramos el cuándo y el quién de los objetos cotidianos, y solo unos miles de esos 300 millones de compradores saben, al llevarse la taza a la boca, el nombre de la persona que les facilitó la infusión.



PICO. La cafetera que presidía las exequias tenía capacidad para 24 tazas: la mayor del catálogo. El sentido común y la educación permitían aventurar que tras el entierro se serviría a los invitados un buen caféNegro, ardiente, espeso. ¿Qué sentido tenía, si no, aquel monumento de ocho caras con pico y asa?



CENIZA. Dentro de la pieza sí que había algo negro, ardiente y espeso, pero no era café, sino las cenizas de Bialetti. Era una urna funeraria doméstica, al alcance de cualquiera. Bialetti quería pasar la eternidad en un espacio familiar, aunque inevitablemente estrecho. ¿Ocupaba los dos pisos o solo la cazoleta de la parte central, donde se concentra lo molido?



FINADO. No debió de gustar la iniciativa a los que comercializan urnas, porque podía sugerir a los ciudadanos modos alternativos de conservar restos, según la afición del finado. El seguidor del fútbol podría pedir que vaciaran una pelota y el fan de los zapatos, una bonita caja satinada en la que acoger el polvo (y mira que, en vida, le había molestado llevarlos sucios).



ATREVIMIENTO. A la hora de morir, la gente demuestra el atrevimiento que no tuvo en vida. La empresa Urns for Ashes ofrece la máscara de Darth Vader, que imposibilitará olvidar al muerto, imponente y dramática presencia en una estantería del comedor. Más adecuada es la Estrella de la Muerte, pues el nombre es ya una declaración. Cremation Solutions experimenta con la reproducción en 3D de la cabeza del fiambre, hecha con resina, con una abertura superior donde depositar los residuos (y la posibilidad de comprar una peluca personalizada).



SOPLAR. Otros inventores deberían dar la bienvenida a la idea de Bialetti y pedir que lo que quedara de la cremación fuera metido en sus obras. Jonathan Ive, diseñador jefe de Apple, en un iPhone (sin batería). Nobutoshi Kihara, ingeniero de Sony, en un walkman (aunque no llegamos a tiempo: murió en el 2011). Y Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, en... ¿En qué? La pura virtualidad. Pues que las soplen.








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