Restaurante La Mundana // Barcelona
La Mundana
Vallespir, 93. Barcelona.
T: 93.408.80.23.
Precio medio (sin vino): 35 €.
Palabras de humo
La cocina profesional es
una organización jerarquizada y solo en contadas ocasiones trasciende el nombre
del fogonero, del que hace funcionar la máquina de vapor y fuego.
La página de
oro es para el aristochef y solo si este es justo comparte con el extraño los
nombres de los capitanes.
Alain Guiard ha sido un buen capitán en todos los
generalatos en los que ha trabajado: con Xavier Pellicer y con Jean Luc
Figueras, ambos buenos conocedores de lo francés, lenguaje gastronómico que
Alain domina tanto por herencia como por trabajo.
A finales del 2011,
después de trabajar para otros durante un par de décadas, comenzó la carrera de
chef propietario con Santa Burg, en la misma calle Vallespir de Sants donde
humea La Mundana, que comparte con Marc Martín.
Incapaz de estarse quieto, la
segunda sede de la Santa Burg ha sido bendecida en el número 273 de la calle de
València. Y cuida una línea de salsas, Gourmand & Guiard, libre de aditivos y atajos. Pues sí: es
posible un producto envasado, y diseñado por un chef, sin guarradas.
Admite que con La
Mundana se ha equivocado: demasiado pequeña para la cantidad de fieles que
hacen cola.
Da la bienvenida una cocina abierta con un horno Josper y una
parrilla japonesa como la del Kak Koy. “Con virutas de castaño ahumamos
mantequilla, ostra, burrata”.
Habla con palabras de humo. “Queríamos abrir una
vermutería y se nos ha ido de las manos”. Cierto: el del vermut es un discurso en
minúsculas. Alain sabe escuchar las tendencias y ha construido la carta de La
Mundana con platos de aquí y de allá que respiran presente. Sin un cocinero con
músculo y cabeza ese repertorio sería oportunista.
En la pequeña sala me
reencuentro con Rubén González Mallat, al que había conocido en Informal, otro
sitio donde avivan las brasas. En la hostelería hay más movimiento que en los
andenes de la vecina estación de Sants.
Un par de buenas cañas y el
pan-para-mojar-o-untar de El Raiguer.
Son notables las croquetas
de rustido (Croquelona, claro) y mejorables el bun de rabo de vacuno (por dulce) y el brioche de chili (falto de
matices).
Lo demás es de redoble de tambores. Rollito thai, marroquí, catalán y
francés: los berberechos con curry verde, el carpacho de gambas con mayonesa de
estragón (platazo uno), el muslo de pollo con berenjena al miso, el pincho (sin
pinchar, abierto) de cerdo con curry y cúrcuma (platazo dos), las patatas
bravas que no parece bravas (un lingote con allioli
ahumado y salsa de tomate), el cabrito con leche de coco, la papada con salsa
teriyaki y los guisantes con pilpil de bacalao y sepionetes (platazo tres).
Es una gran noticia
que Alain se haya destapado y que los
fogoneros pasen delante y cuenten al mundo que detrás de un gran chef puede que
haya un chef mejor.
Atención a: la
decoración, la gráfica y la vajilla.
Recomendable para: los que quieran platillos
del mundo.
Que huyan: los del humo de fritanga.
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