¿Tortilla de qué?
Sentirse extraño en casa es frustrante. Pasó –otra vez– el jueves a mediodía, en el restaurante coreano Yalujiang, que en realidad llevan chinos con la excusa geográfica de la cercanía con la frontera de Corea del Norte.
El aspecto de bar manolo (con-manolo-ya-jubilado) desaconsejaba la entrada. Pero la cocina es para los valientes, así que franqueamos el paso.
En cada mesa, una plancha eléctrica. Por supuesto elegimos la barbacoa.
Carnes semicongeladas a precio excesivo, aunque una vez pasadas por la resistencia y sobre una hoja de lechuga y con una salsa de miso (¡cuánto afeite!) fueron aceptables.
Buen kimchi (col fermentada), bien salseado el jajangmyeon (fideos y pasta de soja), rico el bibimbap (huevo, vegetales, arroz) y asombrosa la tortilla coreana.
Intentamos comunicarnos con el camarero sin éxito.
Al salir la cocinera para retirar platos, pregunté por el relleno de los huevos y la respuesta me dejó perplejo, y preocupado: «No sé. Es una harina que viene de Corea». Insistí, pero no pude averiguar más.
¿Era un preparado? ¿Lo había hecho ella? ¿Cuánto de lo comido era casero y cuánto de bote?
No sé, no entiendo. ¿Quiere la cuenta?
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