La wontonfarra





Son mis primeros dim sum caseros. Los he comido en chinos endomingados desde la bahía de San Francisco a chifas limeñas.

Me atraen las preparaciones que ocultan el contenido, que se ofrecen como un continente, intuyendo la sorpresa.
Comer con los dedos, buscando la seducción del roce.

Compré las láminas congeladas de raviolis chinos en un súper pijo, por lo que pagué tres veces más que en uno asíático.

¿La diferencia entre el uno y otro además del precio y del dependiende, que habla alguna lengua común? Que mientras en el asiático parece que haya pasado un tornado, en el pijo llenan el mismo número de estanterías con el 90% menos de productos. Es lo que distingue a una biblioteca de un ropavejero. 

Para el relleno del wonton, gambones (Pleoticus muelleri) del Atlántico Suroeste. Pude haber elegido gambas de Palamós pero me pareció sofisticado para un ensayo ratonero. También quería corregir un defecto de estos paquetitos con sorpresa: la imposibilidad de adivinar qué esconden.
Jamás he encontrado una gamba pese a figurar en el enunciado. Quise ser generoso con la abundancia de crustáceo, que corté en trozos medianos.

Para que fuese una wontonfarra use, claro, butifarra (Botifarrus catalanus), comprada en Cal Prat, en el mercado de Sabadell. Mar y montaña,dando contenido ideológico y local a la especialidad cantonesa de gamba con cerdo.

Para el aliño –"alégrame el día", según Harry el Sucio–, ají panca, cilantro, ajo en polvo, sésamo negro, pimienta, lima y sal. Amasado hasta la tumefacción.

Llené, apreté los bordes, los metí en la vaporera, ese spa de bolsillo.

La línea fronteriza es ketchup picante, mayonesa y pimentón de la Vera.

Al morder, el gambón me miraba como un dedito acusador.




Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Restaurante Claris 118 // Barcelona

La guía Michelin quiere ser The World's 50 Best Restaurants

Desnudos y exhibicionistas: unas palabras sobre el 'food porn'