Un vaso frío de agua
La boca seca, una quemazón entre la lengua y el paladar.
Hace un rato, metí un vaso de agua en el frigorífico.
Un goce individual, solitario.
La botella y la jarra son para compartir. Ese vaso lo beberé yo. Temo que alguien lo descubra y exclame mientras hurta el regalo elemental: "Ahhhh".
Sé que el agua va enfriándose, alcanzando la temperatura del placer.
Esperaré un rato más para que el frío haya domesticado el líquido por completo.
Esperaré un poco más y en la mente imaginaré ese momento en el que el agua helada torrencial, limpia, vivificante bajará por la lengua herida.
Al sacar el cristal, el calor exterior opacará la transparencia.
Levanto el vaso.
PP: ¿Has acabado de leer sin ir a refrescarte?
Si. Aún no está en su punto.
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