Mejillones thai y mejillones guai






Hemos comido en el Indochine, la selva del Eixample barcelonés.
Temimos que en la fronda apareciera un elefante asiático y el obligado Borbón con muleta y fusil, alternando disparo y sostén.

La estancia ha sido apacible, con las carpas acechando desde los estanques.

La crónica minuciosa la dejo para más adelante.

Ly Leap es un mago con camiseta ceñida. No hay mangas donde esconder el truco. Ácidos, picantes, amargos, viento del sudeste. Su gracia, atrevimiento y facilidad para la combinación es más certera que la de un sastre francés. Ly también fue sastre o, al menos, costurero.

Al meterme en la boca la barquichuela con el mejillón perfumado con albahaca thai recordé las lenguas que cociné antes de viajar a Londres.


  

Tarongina (melisa), hojitas con insinuaciones cítricas, y ralladura de limón. Aromatizar sin agredir.

Ly nos ha ofrecido, entre 13 platos, el Reflejo de la Luna en el Mekong.
Olas picantes y un astro con nabo daikon, carne de cerdo y gambas. Nacido en Camboya, es el paisaje de la niñez, y del dolor, del exilio y la memoria.
.


Como despedida, nos ha regalado algunos de los enigmas cítricos que cultiva en el tejado: mano de Buda, bergamota, kumquat dulce.

Esa terraza es un secreto maravilloso en el Eixample gaseado por los humos, un Sangri-La con riego por goteo.

La mano de Buda es la garra blanda de Fredy Krueger jubilado.

O una floración extraterrestre.

O el estado en el que le quedaron los dedos a Buda tras una manicura en un centro de estética chino.

Pensaré qué hacer con ella.


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