Restaurante Òleum // Barcelona
[Fina Puigdevall ya no asesora este restaurante]
Òleum
MNAC, Palau Nacional. Barcelona.
T: 93.289.06.79.
Precio medio (sin vino): 20-30 €.
Menús: 35 y 55 €.
Òleum, sala del MNAC
Fina Puigdevall y Les
Cols (Olot) amplían el área de influencia.
El Olot style llegó el verano pasado al Mas de Torrent, en el Baix
Empordà, y, un año después, han buscado el cobijo del Museu Nacional d’Art de
Catalunya (MNAC) y del restaurante Òleum, situado en la que fue la Sala del
Tron del Palau Nacional, construida en 1929.
Desde los balcones, una vista
majestuosa sobre la ciudad, alfombra de edificios ocres a los pies de la
montaña de Montjuïc. Lugar alto para una cocina de altura.
Otros miradores barceloneses en los que acomodar comensales aguileños: Martínez, Torre d’Alta Mar, Dos Cielos y, a punto de abrir, Marea Alta.
Otros miradores barceloneses en los que acomodar comensales aguileños: Martínez, Torre d’Alta Mar, Dos Cielos y, a punto de abrir, Marea Alta.
En este Òleum, que
gestiona Vilaplana, Fina ofrece dos menús en artística convivencia con el
contenido del MNAC: el románico y el modernista.
El comensal también puede elegir
platos sueltos y vinos a copas. O abrir estupendos mágnums como Les
Terrasses 2014 o Louro 2015. El
equivalente sería decantarse por un solo cuadro o patearse un ala completa.
El menú modernista contiene
ocho pases, inspirados en otras tantas obras. Propongo a Pepe Serra, director
del MNAC, que exponga en el comedor algunas de las piezas para que el arte
sugerido que entra por la boca sea validado por el original.
Difícil hacerlo con la
terrina de verduras, pues nace de una vidriera de Joaquim Mir. Resulta más
sencillo transportar un escritorio colorista de Josep Maria Jujol, cuya versión
comestible es un excelente huevo Mimosa con pimiento y anchoa (Fina y su jefe
de cocina, Pere Planagumà, tienen en el huevo un fetiche).
Un biombo con
nenúfares de Frederic Vidal apunta al canelón con espinaca crujiente.
El bacalao con brandada
verde y reducción de moscatel cuelga de una lámpara de Josep Puig i Cadafalch.
Y el buenísimo pollo rustido, que ningún forastero debería dejar de probar para
comprender Catalunya, picotea de una puerta vidriada de Frederic Vidal.
Otros
chefs se inspiraron en el trabajo de los artistas: Quique Dacosta, Carme
Ruscalleda, Albert Adrià y Gualtiero Marchesi. No se trata de reproducir, sino
de sugerir. Alejarse de la maqueta en busca de la esencia.
Los comedores de
referencia con museo son Nerua en el
Guggenheim (ep, algo serio-serio) y The Modern en el Moma.
El reto de Fina será
profundizar en la vastísima colección del MNAC y que la carta cambie y viva y
se impregne del entorno.
Los postres siguen con
el diálogo: el sol de zanahoria (bueno y hermoso, alternativa a los aletargados
carrot cakes) liga con una puerta
gaudiniana y la algarroba, alforfón y ratafía (pura Garrotxa) remiten a un
mueble de la Casa Lleó Morera.
Director Serra: esta
es una oportunidad para que arte y gastronomía confluyan de verdad, alejándose
del márketing y el adorno. Òleum como sala estelar del museo.
Atención al: espacio
diseñado por Xavier Olivé y a las vistas.
Recomendable para: perseguidores de lo
singular.
Que huyan: los alérgicos a los museos y al
arte.
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