La Cocina de los Valientes

                  Lo mejor : la interpretación del clásico 'rösti'/huevo/raclette, aquí con huevos escalfados cubiertos con una salsa holandesa: pienso en los Benedict. Las croquetas de jamón. Comer después de ver el Cervino, las cumbres circundantes y lo que queda de los glaciares. Lo mejorable: la desproporción lengua-tostada y que la salsa 'gribiche' no lo sea. Las patatas fritas congeladas. El despiste del personal. Propiedad de The Zermatt Kollektiv, se enorgullecen de tener un tostador de café: imbebible, como el 100% del café que tomamos en bares y en restaurantes y al módico precio de unos cinco euros la tacita. Que el chef ejecutivo, Marián Podola, se venda como cocinero con estrella cuando lo que tiene es un Bib Gourmand en Aroleid.

  Lo mejor: poder comer en ruta entre el castillo de Chillon y la remota población de Embd, en el cantón de Valais y a 1.358 metros de altura y rodeados de montañas. La promesa de una carne de vacuno suizo. El panecillo elaborado por un panadero suizo.  Lo peor: la salsa 'teriyaki', amarga, para la hamburguesa japonesa, que es exactamente igual a todas las otras hamburguesas. La hamburguesa de pollo, en realidad, unos trozos de pechuga.  La Holy Cola.  Las patatas fritas, suizas, sí, pero malas. 

Lo mejor : que fue el lugar donde 'inventaron' la mantequilla... Café de París. El precio fijo en un país muy caro: muy caro. El punto del solomillo de 180 gramos. Que puedes repetir hasta tres veces de patatas fritas. El pinot noir Cave du Paradis. La amabilidad de los camareros. Lo peor : que sus mejores tiempos ya pasaron. El pan. El calor. La silla pegajosa. Cuidado con el control del fogoncito para evitar que la mantequilla se derrita, se queme y salpique.