El restaurante: Somodó









Somodó
Ros de Olano, 249. Barcelona.
T: 93.415.65.48.
Menús: 18,50 (mediodía), 25 (noche) y 38 € (degustación). 




La codorniz vuela alto




Un plato puede salvar una comida. Lo probado en Somodó hasta esa aparición era de una calidad razonable, aunque sin exaltaciones. Pero un plato puede saldar un mediodía con satisfacción y el empuje final lo dio la codorniz en dos cocciones.


Las aves pequeñas son de endiablado trato. Recuerdo una perdiz a la brasa, en un tres estrellas ya cerrado, menos comestible que una rueda de tráiler.


Si el muslo está hecho, la pechuga quedará cruda: cada parte tiene que ser sometida por separado.


En Somodó, Shojiro Ochi y el jefe de cocina Toshi Suzuki dan al ave los toques que requiere: la pechuga, al horno y a la brasa; el muslo, guisado con soja y jengibre. Ambos conservan su estructura, sin que la virtud de una sea el defecto del otro. Puré de cé
lerí, tirabeques, setas, las dos partes del plumífero en su punto.

Somodó es un restaurante con japoneses que no es japonés. En 1979, Shojiro se instaló en Barcelona porque conocía a un cocinero y se empleó en Los Navarros, un restaurante étnico desde el punto de vista de un oriental. Al zen por la chistorra.


“La verdad es que me sale bien la merluza a la vasca”. Sin saberlo aún ese aprendizaje sería definitivo para su estilo futuro: la técnica japonesa mezclada con otros mundos.


Somodó se llamó Shorijo durante años: “Pero hace tres no iba muy bien. Nos quedamos dos, Toshi y yo y lo llamamos Somodó”. Somos dos. Zomo do. “Parece andaluz”, ríe Shojiro. “Es alta cocina con un poco de japonés y de Mediterráneo”. Alta cocina a 18,50 euros, precio cerrado del menú del mediodía. Por la noche, otro menú, a 25.


El restaurante ocupa una antigua tienda de lencería, “el espejo de la entrada es el original”, en la República de Gràcia. No desnudan la cocina sino que la visten.


Durante el servicio, Shojiro es muy estricto. Canta los platos, toma nota, sirve, vigila a la camarera. Una manzana en la mesa para dar color y sugerir salud, servilleta de algodón y vajilla cuidada. El pan es buenísimo, del Forn de la Trinitat; el vino del menú, ejem, un navarro, ¡Los Navarros!, justito. Aperitivo, primero y segundo, llegarán con un crujiente, también en el postre.


Caballa marinada sobre tomate asado y crujiente de aceituna negra: buen corte del pescado y unos innecesarios quicos.

Caldoso de trigo con pulpo a la plancha y crujiente de gambas: la idea de un arroz marinero con otro cereal. El pulpo, demasiado duro; el trigo y el fondo, magníficos.
El pre postre: cremoso de queso de cabra y mermelada de manzana y miel, con rebanada de pan, tan corta que genera deseo.
Sopa de fresa con esferas de yogur y ¡crujiente de limón! Con el café, una teja de almendras. Pues sí, definitivo, a los dos les gusta lo crepitante. Pago 18,50 euros limpios, sin esos añadidos tramposos que desvarían otras cuentas.

La codorniz resume Somodó, un juego de dúos, muslo y pechuga, Japón y el Mediterráneo, Toshi y Shojiro.

                  



Atención a: la buena miga del pan.

Recomendable para: los que quieren delicadeza a buen precio.
Que huyan: los que si ven un japonés, quieren japonés.





Comentarios

Entradas populares de este blog

Restaurante Claris 118 // Barcelona

La guía Michelin quiere ser The World's 50 Best Restaurants

Desnudos y exhibicionistas: unas palabras sobre el 'food porn'