Enigma Albert Adrià











La noche antes de su ponencia en San Sebastian Gastronomika vi con Albert Adrià el vídeo que iba a presentar sobre Heart, el restaurante de Eivissa que lo ha hecho insomne este agosto: «Hablaré de las cosas que hemos hecho mal».

Albert es un heterodoxo: hace años tuvimos una conversación sobre el dolor, que incluí en una entrada de La cocina de los valientes.


«Demasiadas veces se habla de los éxitos y no de los  fracasos».


La mayoría de los chefs prefieren subir a los escenarios entre gominolas, dejarse caer sobre blandas texturas de azúcar.

Este hombre que alguna vez tuvo el pelo de Harpo Marx nunca se hace el mudo.


Presentar su gestión al frente de una de las atracciones del verano como un dolor de colmillo de elefante es de audaces; disimularlo, un acto de trilero que no va con él.

Ha comenzado las obras de Enigma, que alojará el 41º. Este tipo cerró 41º sin miedo: autoliquidó la estrella Michelin.


No voy a contar qué habrá en Enigma –seguro que coctelería y ardor tecnoemocional– porque hasta la apertura el cocinero puede modificar o afinar el concepto. Lo que hoy es bueno, mañana será mejor. Porque Albert sigue siendo el mayor de los enigmas.






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