Tapeo Bar // Barcelona












[Este restaurante se llama ahora Sabor de barrio: la oferta es la misma. También la propiedad]




Tapeo Bar
Assaonadors, 25. Barcelona.
T: 93.310.16.07 (tf de Tapeo)
Precio medio (sin vino): 10 €




Olfato para lo popular




Daniel Rueda y Natàlia Ferran se han multiplicado en poco tiempo: dos niñas y un niño y dos establecimientos, Tapeo (T) –cinco años este julio– y el recién nacido Tapeo Bar (TB).

Hay que ser audaces para la familia numerosa y los negocios multiplicados. Este espacio de la calle Assaonadors es como el último hijo de la familia, Leo: pequeño, feliz y revoltoso. Le he visto comer patatas y aceitunas y se le ve ansia y maneras.

Dani ha desplazado hasta el bar al jefe de cocina Carlos Calle y a Guillermo Bruguera, camarero con más carrera en sus piernas que un maratoniano.

Raciones que se preparan en las instalaciones de T y que se regeneran en TB. Cañas de Alhambra, finos y manzanillas (bien por San León reserva familiar) y vermuts (Chappó, demasiado amargo para mí). Ese tipo de bebidas para tomar en vaso o copita.

Dani diferencia entre T y TP: “Uno es un restaurante de tapas. Si no tienes sillas, no puedes comer. Al otro se accede sin reservas. Comes en la barra, en las mesitas, bebes unas cervezas…”.

A mí me interesa la acción y –pese a haber visitado TB nada más abrir, cuando los comedores van al ralentí– los platitos son más majos que un fin de semana.

Me quedo con los callos con anguila (puntazo, ¿a nadie se le había ocurrido antes esa potente convivencia de cuerpos gelatinosos?), la tripa de bacalao con mongeta de Santa Pau y azafrán (guisos, guisos) y el redondo de pollo (contramuslo) con gambas. Los tres podrían formar parte de la carta de un restaurante campanudo.

La ensaladilla de pulpo será un hit, así como la coca de sardina ahumada, heredada de T.

Están bien la escalivada con anchoa, la ventresca de atún La Nutria (curioso nombre) con tomate, las sardinas en escabeche (sin acidez napalm) y las papas con salsa de bravas con chipotle (lo que menos me interesa).

Dani es un cocinero con olfato para lo popular que también ha conocido los palacios. Charlamos un rato sobre Josep Bullich, la desaparecida La Dama (resucitada este otoño) y la psicoestética.

Un mes antes de ver a Leo zampar papas canarias en TB, comí en T. Era agosto y los turistas hacían una cola cubista en el museo Picasso.

T estaba repleto como una lata buena: encontré refugio en el pequeño comedor del fondo.

Apunto de aquel día la caballa marinada, los huevos trufados con fuagrás y el calamar a la catalana.

En ese relleno me detengo, pues recrea lo cotidiano: calamar farcit (con escalivada) y marcado a la plancha. Lo sirven a tiras para facilitar el compartirlo, y poder ver el interior de hortalizas. Ese es el camino: el de la memoria alterada. Lo conocido como si lo viéramos por primera vez.

La pareja es formidable, Dani y Natàlia, que ha contagiado la chispa a Leo.
Estos cinco años han crecido: como restauradores, como familia, como personas. Más hijos, no, pero ¿y restaurantes?
    






Atención: a los horarios, a partir de las 15.00 horas.
Recomendable para: los que quieren algo-nuevo-pero-no-tanto.  
Que huyan: los que necesitan muchos metros cuadrados.
























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