Jordi Évole: "Soy un 'bluf'. El día que rasquen no encontrarán nada"





Entrevista publicada en la revista 'Dominical' el 31 de enero del 2016.



Jordi Évole Requena esta entrevista le incomoda. Tiene que pronunciarse sobre las palabras que colegas y familiares le dedican. Para armar la conversación se ha recurrido a gente que lo conoce a fondo y a personas capaces de juzgar su trabajo. Cada uno de los invitados tenía que pensar un adjetivo que definiese al sujeto. Uno solo. Indisciplinados y libres, han mezclado sustantivos, adjetivos, y en ningún caso han respetado el sencillo numeral.
Ante el elogio, Évole (Cornellà, 1974) ha torcido la nariz, ha erizado la barba, ha sonreído con esa manera pacificadora –o astuta– característica. “¿Qué quiere que le diga?”. Él preferiría hablar de otra cosa. “El halago debilita”, le dijo José María García. Pero este es el juego, esta es la propuesta y él, amable y participativo, se somete.
Al acabar se le pide que elija, de entre todos los términos, los que le han parecido más acertados. Serán 'pícaro' (“mejor 'pillo”) y 'empático'. Y sumará otros dos –dichos por él– para compensar la miel: 'sufridor' y 'obsesivo'. Es retratado con unos cartoncitos en los que aparecen las cuatro palabras. De obsesiones hablará después. Sobre el papel de sufridor, dice: “Soy un poco agonías. No puedes controlar las cosas como quieres porque no dependen de ti”.
Hace ocho años, en febrero del 2008, con 'Salvados por la campaña', Évole se deshizo de la piel de una ficción –El Follonero– para vestirse con la camisa de la realidad. Al decir de muchos compañeros, es 'el periodista'. De escribirlo en mayúsculas, el Periodista Influyente, sonreiría con paciencia. Ni devoción ni exageración. Vive la hipérbole del Periodista Influyente como quien lleva un calcetín agujerado: de forma resignada.
Jordi Évole en cuatro palabras para DOMINICAL
¿No se siente abrumado por la responsabilidad social que le otorgan? Me preocupa que se traslade esa imagen, porque yo quiero deshacerme de eso. Porque la responsabilidad puede bloquearte. Me gustaría poder trabajar sin la necesidad de responder a muchas expectativas. Una de las peores cosas es generar demasiadas expectativas. Ante la expectativa, lo más normal es defraudar, y frustrar.
¿Usted defrauda? Seguramente, a mucha gente, sí. Ahora que nuestro público se ha multiplicado. Me lo dijo [David] Trueba en un momento en el que no éramos tan grandes: “Vais a crecer y, a partir de que crezcáis, vais a decepcionar”. Fue algo negativo y positivo a la vez. Intento deshacerme de la responsabilidad. No siempre puedo. Creo que no es para tanto.
Su imagen, cómo viste, cómo se comporta… La gente dice: “Es uno de los nuestros”. Lo de uno de los nuestros me gusta, me gusta porque me siento así.
¿Y lo es? Su estatus, su influencia, ¿de verdad es uno de los nuestros? No quiero renunciar a la influencia, pero es una cosa que dicen los otros. Yo no la busco. No salgo a la calle pensando: “Eres el influyente”. Ni cuando hago una entrevista pienso: “Eres el influyente. Cuidado con lo que dices porque eres el influyente”. Es que me da igual. Intentaré seguir diciendo lo que pienso, porque una de las peores situaciones es que, ante esa posibilidad, me autocensurase, fuese con pies de plomo. Y esa es una cosa que, cuidado, me puede estar pasando. Que de vez en cuando, ante según qué opinión, me lo piense dos veces.
No es tan libre. No. Intento serlo mucho, pero no lo soy todo lo que querría.
"Me critican en casa, me critica mi equipo, me critica mi familia, me critican mis amigos. Eso me va muy bien"
¿Cómo se aísla de la presión? De la gente que quiere cosas, de mil llamadas de teléfono, de que digan que usted es la referencia del periodismo. Es que no es verdad. Todo esto me ha pasado algo mayor. Con 20 años habría perdido la cabeza. Además, tengo alrededor una gente hipercrítica.
¿Quién? Me critican en casa, me critica mi equipo, me critica mi familia, me critican mis amigos. Eso me va muy bien. Una de las primeras entrevistas de 'Salvados' que fueron celebradas la hicimos a José María García. Dijo una de sus frases míticas: “No te olvides nunca: el halago debilita”. Se me quedó grabado a fuego. Intento huir del halago.
¿La crítica más dura? La del equipo. Con las cosas que se dicen en una sala de edición pasa como en los vestuarios de fútbol: mejor que se queden en una sala de edición. “¿Y por qué no has replicado esto? ¡Vaya formulación de pregunta que has hecho!”. Eso lo agradezco.
No es muy común. Al jefe normalmente no le dicen estas cosas. He huido del papel de jefe clásico. No sé si lo he conseguido. El equipo más íntimo es duro, y quiero que sea duro.
¿Qué dice su mujer, Ester? Le pongo un ejemplo: mis suegros. Creo que no tenían ni idea de lo que hacía. Y mira que me conocen de hace tiempo. Nunca ha existido eso de: “Este sale en la tele, qué bien”. Nunca, nunca, nunca. Eso me ha ido muy bien. Cuando hago vida normal.
¿Tiene tiempo para la vida normal? Más de lo que se podría imaginar. Parte de mi vida normal pasa por mi trabajo. Porque mi vida también es el trabajo. Porque a mí me encanta lo que hago.
"Me doy bastante rabia cuando estoy con mi hijo y miro el móvil. A veces lo lanzaría al mar"
¿Eso no lo sufre su hijo, Diego? Sí, sí. Lo sufre e intento controlarme. Sufre que su padre siempre esté pendiente de la información, de la última hora y de estas cosas. Me doy bastante rabia cuando estoy con mi hijo y miro el móvil. A veces lo lanzaría al mar.
No es obligatorio mirarlo. No, pero reconozco para estas cosas soy un poco obsesivo. Quiero saber lo último, qué ha pasado. “Lo grabaré y lo veré luego”. “No me deis el resultado que lo veré luego”. Soy incapaz. Tengo que preguntar qué ha pasado.
Es obsesivo. A veces exagerado con según qué cosas. Si me hiciera una operación de estética, me extirparía la responsabilidad.
Ser hiperresponsable es un problema porque ‘emparanoia’.Si. Y lo he rebajado.
¿Cómo? Esforzándome. Comprobando que, a medida que cumples años, nada es tan importante.
Ni con terapia ni con ayuda externa. No, de momento, no. Lo más raro son una bolitas homeopáticas que tomo cuando estoy resfriado. Tengo suerte de dormir de maravilla. Soy capaz de dormirme en cualquier sitio. Voy corto de sueño. Iba a una entrevista, subí a un taxi y le dije al taxista, en Madrid: “Voy a O’Donnell”. “Esto está aquí al lado, a 5 minutos”. “Pues dé una vuelta de 20 minutos porque voy a dormir una siesta detrás”. Para mí la siesta es sagrada. Todo el mundo en mi entorno lo sabe. Después de comer tengo que parar. Paro donde sea.
Y se duerme. Me coloco una camiseta sobre los ojos y me duermo. Me han regalado una especie de casco de espuma que te lo pones y tienes acolchada la cabeza y te puedes apoyar como si fuera un cojín. Lo pliegas y lo puedes llevar en la mochila.
Comenzamos con las palabras dedicadas. Su amigo Jose Corbacho lo califica de ‘honesto’Esto de comentar las palabras que han dicho amigos es un poco “el halago debilita”. Que te llamen honesto es un halago y se lo agradezco. He aprendido mucho de Jose, sin Jose y Andreu Buenafuente [fue su jefe hasta que Évole abrió Producciones del Barrio] no podría hacer lo que hago ahora.
Lo de ‘honesto’ es una actitud, se lo enseñaron en casa. La honestidad puede tener un punto de egoísmo, porque hace que te quedes más a gusto. Cuando tengo un runrún dentro hay que sacarlo. Me escuece por dentro y tengo que decirlo y solucionarlo. No me gusta que las cosas se enquisten.
‘Sincero’ –la segunda de Corbacho– va en la misma línea. ¿Es franco? Seguro que no tanto como querría. Aunque hay que guardar algunas formas. “¿Es necesario? ¿Es tan importante decir eso ahora mismo?”. Es que estarías liándola a cada momento.
"La primera chica que me gustó me dijo que era muy pillo. La palabra 'pillo', para mí, tiene connotaciones positivas"
Con ‘pícaro’ acaba Corbacho. La primera chica que me gustó me dijo que era muy pillo. La palabra 'pillo', para mí, tiene connotaciones positivas.
Pregunta como un pícaro. Enreda al personaje, como si no supiera… El pícaro busca el beneficio propio. No sé. Me gusta más pillo.
Entra Carles Francino: ‘empático’. Es muy importante la empatía. No solo en las preguntas que hacemos, sino en general. Me da comodidad tener empatía con el quiosquero, con el panadero, con el vecino o con el invitado que se sienta y al que no conoces.
¿Tiene mal genio? Lo modulo bastante, pero puedo golpear una puerta con la mano en un momento de rabia.
Es esporádico. Muy esporádico.
No es su carácter. No, no.
¿Es negociador? Soy pactista, que sería una palabra políticamente necesaria. Intento ceder cuando toca para llegar a un acuerdo. Se podría decir, de alguna manera, que rehúyo el conflicto, pero no creo que sea verdad. Muchas veces me enfrento al conflicto, porque es el modo de solucionarlo. Enfrentarte, pasar un mal rato, pero creo que luego las cosas se relajan. Cuando no voy por el camino recto, cuando voy por atajos, es cuando la cago.
Francino propone un extra: ‘peluche asesino’. A veces, por la calle, alguien dice: “Con la cara de buena persona que tienes y luego cómo las sueltas”. De verdad que no hay una voluntad asesina.
Para Andreu Buenafuente usted es ‘pertinaz’. Buenafuente me ha sufrido mucho. “Cuando se te metía una cosa en la cabeza…”. He estado a su lado durante muchos años. Yo tenía que convencerlo de que el programa tenía que ir por ahí y él, a lo mejor, no lo veía. Y yo era muy pesado.
Julia Otero lo tiene bien calado: ‘mosca cojonera’. Ja, ja, ja. Cuando vemos los brutos de la entrevista, hay momentos en los que el invitado se quiere ir por las ramas y el jefe de producción, dice: “El perrillo ya le ha mordido la pantorrilla. No lo suelta hasta que no le contesta”. Ahí, mosca cojonera o perrillo faldero, que se engancha y guau-guau-guau. De tono espero ser más agradable que el perrillo.
La siguiente de Otero es ‘innovador’. En nuestro caso la innovación ha pasado por volver al clasicismo. En realización hemos recuperado cosas que hace mucho tiempo que no se hacían en televisión. Que el montaje no sea picado, que la cosa sea tranquila, que comience la entrevista con una introducción que sea original y estéticamente bonita, que los planos no se machaquen.
Y la última de Otero: ‘talentoso’. Buf. ¿Qué tengo que decir sobre el talento? Me ruboriza que me digan talentoso. Me incomoda de verdad. ¿Qué es el talento? No lo sé. ¿Ser pillo, ser pertinaz? Pues a lo mejor, no. Recurro a la frase de Paco Flores, un filósofo, exentrenador del Español, que decía a sus jugadores: “Aquí hay que correr, que aquí todos somos japonesitos, que aquí no hay ninguna estrella”. Me aplico eso. No hay talento si no te lo curras mucho, si no corres todo el día por la banda.
"Soy un 'bluf'. El día que rasquen no encontrarán nada. Claro que hay miedo. 'Pero qué decís?"
Cuando le dicen esas cosas, ¿se siente un impostor?Totalmente. Soy un 'bluf'. El día que rasquen no encontrarán nada. Claro que hay miedo. “¿Pero qué decís?”.
Para Ana Pastor, usted tiene ‘seny’. Es una palabra muy catalana, pero no sé cómo cotiza últimamente el 'seny' en Catalunya. El seny es un valor a tener presente. Compensado con 'rauxa' y un punto de locura. En el cole era el niño que sacaba buenas notas pero que estaba en todos los fregados. Un punto de locura, de transgresión, también me gusta. Cuando la transgresión es muy exagerada hay gente que me lo dice. El codirector de 'Salvados', Ramón Lara, es el seny: “No nos chiflemos”.
Entra la familia. La primera es su hermana, Lourdes. ‘Paciente’ es su adjetivo. Está bien elegido. Me conoce bien. Aunque soy un impaciente compulsivo: “Tengo que hablar con esa persona y tengo que hacerlo ya”. Si analizo la trayectoria laboral, no he hecho giros de 180 grados. La evolución ha sido paciente, poco a poco. No he sido el concursante de 'Gran hermano' que ha entrado en la casa y, de golpe, su vida se ha transformado. Me gusta hacer las cosas a fuego lento y con tranquilidad.
Sigue Lourdes: ‘metódico’. No tanto como me gustaría. Solo hay que mirar la mesa de mi despacho. Llevo cruces en la mano para acordarme de una cosa. Papeles en el bolsillo, tengo que hacer listas…
"Lo decía mi abuelo Pedro. La tenacidad Évole. 'Cuando queréis alguna cosa, sois muy pesados"
Para su padre, Gonçal, usted es ‘constante’. Es una herencia suya.
Lo admira mucho. Sí. Se lo ha currado, no lo ha tenido fácil. Nadie que haya tenido que moverse del lugar en el que nació lo ha tenido fácil. Lo consiguió, empujó una familia… Su vocación, que era el periodismo, no la pudo desarrollar como habría querido, pero encontró un rincón desde el que dedicarse.
Antonia, su madre, dice que es ‘humilde’. Ojalá, porque querría decir que he aprendido algo de ella. Mi madre tiene muy presente la humildad. Tanto mi madre como mi hermana han decido dedicar gran parte de sus vidas a otras personas. Mi hermana de forma más profesional [educación especial] y mi madre, con el voluntariado.
Su mujer, Ester, toca el corazón: ‘sensible’. Ja, ja, ja. Me ha visto llorar tantas veces…
¿Es llorón? Mucho no, pero en la intimidad te desnudas completamente. Me gusta ser cariñoso. Hay cosas que te llegan… En casa soy mucho de “mira, mira, mira”. La piel erizada. Y, a lo mejor, es por una canción.
La segunda de Ester, que cierra la entrevista: ‘tenaz’. Otra vez el perrillo. Ester habla de un concepto: 'La tenacidad de Évole', que también asocia a mi padre. “Cuando se os mete una cosa en la cabeza”. Machaco, machaco, machaco. Lo decía mi abuelo Pedro. La tenacidad Évole. “Cuando queréis alguna cosa, sois muy pesados”.





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