Restaurante The Fish & Chips Shop // Barcelona
The Fish & Chips Shop
Rocafort, 70. Barcelona.
T: 602.823.272.
Precio medio (sin vino): 10 €.
Merluza & patatas
La cerveza de The Fish
& Chips Shop está fría y se mantiene a excelente temperatura gracias a una
copa de metal.
Mani Alam, nacido en Islamabad pero más adaptado a Barcelona que
el carril bici, cuenta que en Pakistán la sirven en este cáliz. Ya tardan en
copiarlo los que tiran cañas con las burbujas calientes como si salieran de un
jacuzzi.
Mani, su hermano Magid y su cuñado Bilal son los dueños de The Fish
& Chips Shop, un minúsculo restaurante donde la gente hace cola para
llevarse –o comer en uno de los escasos taburetes– la especialidad inglesa, ese
pescado blanco de burdo rebozado del que chorrea grasa de vacuno (¡esos son los
auténticos!).
Mani y sus socios han revisado
con modos gurmets el clásico del street
food.
El resultado son cortes de merluza de palangre rebozados con tempura
ahumada por ellos, alianza sumergida en aceite vegetal. Y cucuruchos de patatas
con piel y varias salsas, entre ellas una tártara y un chutney, ambas caseras.
Buenas
ideas para realzar un bocado cuyo defecto habitual es un sabor a… ¿A qué? Los
nostálgicos de Londres recuerdan la textura y el olor, ninguno de los dos
edificantes.
Mani es coctelero y de ese ramo de nuevos malabaristas sacó la
idea del humo: “Apliqué un recurso de la coctelería. En Gran Bretaña domina el
bacalao. Nosotros preferimos la merluza. Queremos también un toque más healthy”. Lo dice en inglés: healthy, saludable.
Quien me recomendó
este sitio fue Albert Adrià, que fomenta el barrio con El Barri, su empresa-pulpo
con varios restaurantes en la zona. Aprecia Albert el modelo de negocio (lo
singular) y también la desenvoltura de Mani, quien ha vestido esta caja con una
atractiva estética urbana: buena gráfica, paredes pintadas, revistas de quiosco
de aeropuerto como Monocle.
Está rico el fish & chips, de crocante mordisco, así
como los edamame fritos (con un toque
de aceite de trufa, que suprimiría, aunque no resulta invasivo).
A los
espárragos se les suelta el rebozado como una pared mal encalada, y el romesco
los llena de alegría.
Los boquerones&chips
son una alternativa azul al pescado blanco.
No les quedan cocochas en
escabeche, que preparan para la noche en un centro de producción cercano.
Termino con un café de El Magnífico. Una oferta pequeña y bien pensada, en un
entorno diseñado minuciosamente. La ciudad va completando las piezas que le
quedan del puzle gastronómico planetario.
La relación de los
Alam con la cocina es tangencial, con un tío propietario de un restaurante pakistaní.
Entonces, ¿por qué abrir un despacho de pescaíto
frito?
Porque una noche salieron de la sala Apolo con el capricho de zamparse fish & chips y no supieron a dónde
ir.
Decidieron inaugurar un negocio con culto al icono british.
¿Qué habría pasado si el deseo hubiera sido de pastel de
riñones, imprescindible colchón para las alcohólicas tardes en el pub?
Atención al: miércoles
a la hora de comer, día tranquilo.
Recomendable para: los que quieran fish & chips top.
Que huyan: los de los palitos de merluza
congelada.
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